Una vez pasado un tiempo de reflexión, cuando el cauce de los sentimientos vuelve a serenarse dulce en su camino inexorable hacia lo cotidiano, es quizás cuando sea el momento de agradecer a tantas y tantas personas anónimas que nos han dedicado una sonrisa con miradas de aliento. Mi voz, convertida en palabras impresas, es la imagen indescriptible de 24 corazones que un sábado de mayo pusieron un nudo en la garganta a cuantos nos acompañaron en el teatro Horacio Noguera. Ellas y ellos sabían que esa era su última sesión, que esa noche se cerraría el telón de los sueños… cuanta verdad se escondía entre bambalinas, cuanta pasión jugaba entre escenas… Esa noche hasta el cielo quiso ser su amigo cómplice derramando lágrimas de amor que se confundían con la que se deslizaban por...